El agua, principal elemento del cuerpo humano y del planeta tierra, guarda información. Así lo demostró el científico japonés Masaru Emoto, quien realizó numerosos experimentos programando el agua con palabras bonitas y también desagradables, obteniendo resultados evidentes.
Agua expuesta a recibir palabras bonitas permaneció transparente mientras que agua que recibió insultos y groserías sencillamente se pudrió.
Lo mismo nos pasa a los seres humanos; una persona expuesta al maltrato y al irrespeto termina por enfermarse, mientras que alguien que recibe palabras de aprecio y admiración se mantiene sano.
Pero no pueden ser palabras falsas, deben ser palabras sinceras; por más que te digan palabras hermosas si la intención que traen es contraria, va a prevalecer la emoción destructiva.
Cada palabra que pensamos, que pronunciamos, que nos callamos o que escuchamos, está programando nuestro cuerpo; su energía se dirige e impacta en el lugar que se relaciona con la emoción.
El miedo va hacia los pies, la preocupación a la cabeza, la frustración al corazón y así vamos repartiendo emociones por cada rincón de nuestra biología.
En eso radica la importancia de mantener pensamientos bonitos acerca de uno mismo y de los demás, pero deben ser sinceros y eso exige un proceso de limpieza mental diaria.
Sobre todo debemos esforzarnos por pensar bien de nosotros mismos y de los otros, expresarnos con claridad y sobre todo con mucha bondad, porque una sola palabra puede sanar al más enfermo.
Haz la prueba, comienza a pensar en tus virtudes, rescata lo bueno que hay en ti y en los demás y mantén como propósito hablar bien de los demás, verás cómo en poco tiempo tu cuerpo comienza a experimentar armonía.
Los niños y niñas son los más expuestos a ser programados, es por eso que se requiere tener conciencia de todo cuanto les decimos y cómo se los decimos.
La bondad es la base de la salud; hacer el bien te hace sentir bien, pensar bien te lleva a actuar bien y actuar bien te lleva a obtener una alta estima de ti mismo.
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